En la sede del gobierno regional de Loreto, Yván Vásquez, de Fuerza Loretana, me cuenta lo atado que está de manos y cómo es que lo que Lima dice sobre la descentralización –ya no hablemos de regionalización- es una vil mentira.
Loreto, que es del tamaño del Ecuador, recibe ahora, como gobierno regional, seis millones de soles mensuales de canon petrolero. Hasta hace poco recibía dieciséis, pero la baja del crudo ha mochado considerablemente la actividad extractiva en esos terrenos difíciles de los que emana un crudo pesado y costoso.
Le pregunto a Vásquez cuánto recibe de Lima, cuántas partidas le han transferido, cuántas atribuciones le han reconocido.
Me contesta que de Lima sólo recibe cabes y dificultades.
-Ahora ya ni siquiera recibimos el canon petrolero directamente. Ese dinero se va a Lima, al ministerio de Economía, y nos lo mandan a cuentagotas. Además, nos obligan a depositarlo en el Banco de la Nación. Antes podíamos licitar su depósito en la banca privada, con lo que ganábamos algunos centavos para el presupuesto de la región.
-Y cuando ustedes lo piden, ¿cuánto demora en llegar? –pregunto.
-Lo que ellos quieran y, además, siempre con recortes –responde Vásquez-.
-¿Y no reciben nada más?
-Nada más.
-¿Y los 10,000 millones de dólares que García dice haber entregado a los gobiernos regionales?
-Eso es una mentira. Eso lo hace para enfrentarnos con nuestra gente, para que nuestra gente crea que nos estamos robando la plata.
Vásquez es un hombre tranquilo, pero esta vez le brillan los ojos y se le levanta la voz. Me dice que la regionalización es un engaño.
-Tienen miedo de que haya fuerzas regionales que se escapen del control de Lima –añade.
Y luego me cuenta que le han quitado a la región el control sobre la reserva de Pacaya-Samiria aduciendo que debía de estar bajo la jurisdicción del ministerio del Ambiente.
-Yo no puedo entrar a Pacaya-Samiria. Sin embargo, debo entregarle un millón cien mil soles anuales de mi presupuesto. Y para colmo, en esa reserva están ocurriendo cosas que nadie está dispuesto a enfrentar: extracción ilegal de madera, tráfico de especies y de recursos biológicos, todas las depredaciones que uno pueda imaginar.
-Como presidente regional, ¿puede usted entregar títulos de tierras?
-No. Esa es atribución exclusiva de Cofopri y eso se tramita en Lima. Cada vez que tengo que hacer algo relacionado con titulación –los títulos son imprescindibles para que los campesinos sean sujetos de crédito-, tengo que ir a Lima, hacer mi cola, entregar mi DNI y esperar a que me atienda algún burócrata mediocre que nada sabe de esta región.
Más tarde, en una reunión pública organizada amablemente a raíz de mi visita, escucho a Vásquez decir, ante la aceptación evidente de un salón de actos repleto, que la paciencia loretana se está terminando. Y le escucho recordar las varias muestras históricas del temperamento selvático: desde el intento de fundar la República de Loreto hasta la rebelión popular que el entreguismo de Leguía produjo a raíz del asunto de Leticia.
Los loretanos están hartos. Desprecian al gobierno de Lima y están cansados del robo y del olvido. Una región que podría ser un eje de desarrollo excepcional y un imán turístico sin competencia sigue condenada, por el sonambulismo ladrón de la capital, a vivir de migajas.
Loreto no es sólo esa ciudad tostada por el calor y llena de motos que se llama Iquitos. Es el depósito más grande de la biodiversidad y el bosque forestal más importante –y más amenazado- con que cuenta el Perú.
Y es también, felizmente, el oceánico Amazonas, el andrógino mar-río en cuyas riberas viven miles de peruanos abandonados a su suerte y en cuyos meandros y corrientes cruzadas se pueden ver, todavía, pequeños delfines rosados.
Recorriendo algunos trechos del Amazonas, flanqueados por una verdura que parece cretácica y acribillados por una gritería primordial de aves, monos y chicharras, vimos a los nativos yagua actuar para los turistas, lanzar cerbatanas hacia un tronco y humillarse por una propina.
Y pensar que los yagua –como los huambisas, como tantos aguarunas- fueron los dueños de todo esto. Porque antes de los López de Aguirre y los Arana estas no eran tierras de despojo sino de paz y frutas y de helechos con los que atar vigas y de cortezas con las que curarse.
Y pensar que Loreto se mira de tan lejos desde esa jungla de cemento llamada Lima.
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