En el chiringuito del colega Raúl Vargas ya todo es posible.
Por ejemplo, que Santiago Fujimori dicte cátedra sobre “política internacional” y relaciones con Chile.
Por ejemplo, que el doctor Ántero Flores Aráoz diga que el rechazo de los dos millones de dólares donados por Alemania y que iban a ser destinados a un Museo de la Memoria “se debe a que nos preocupan más los que sufren hambre y carencias de salud”.
Por ejemplo, que Yehude Simon decida, desde su indigencia intelectual, qué deberes debe de cumplir la oposición, qué político resulta respetable, qué propuestas suenan serias.
Y, claro, el problema no es que Fujimori o Flores Aráoz, o el mismo Simon, digan lo que se les ocurra. El problema consiste en que en el chiringuito de Raúl Vargas ya nadie replica ni repregunta ni incomoda ni parpadea.
Se diría que el pluralismo de RPP consiste en haber sido sucesivamente gobiernista desde que se fundó. Pero eso no sería del todo justo.
Porque en medio de su propensión por el periodismo a la puttanesca –que es un tipo de pasta- la emisora de Manuel Delgado ha demostrado, en los últimos años, una consistente predilección por el fujimorismo.
Allí están, para demostrarlo, los interminables años de Martínez Morosini y Lombardi silbando en dirección al cielorraso mientras el régimen de Fujimori convertía al Perú en un Amazonas de aguas servidas. Y allí están los millones de soles que la dictadura inyectó en la economía de la radio cuando las vacas eran flacas y la plata del SIN engordaba a quienes entraban por el aro. Y allí están, para terminar de probarlo, las visitas de Zeñó Manué (Delgado) a la dehesa del mataor Montesinos en Chorrillos.
Y ahora está el señor Raúl Vargas, cada día más aprista y, por ende, cada día más fujimorista. Y cada día cumpliendo mejor la tarea impuesta desde arriba.
Porque lo que quieren el Apra y el fujimorismo es una radio que se dedique a los pormenores de la banalidad, a los detalles de la nada y a las precisiones de lo secundario.
Y cuando se trata de hablar del architraidor TLC con Chile, entonces, como si Jesús Miguel Calderón siguiera despachando en Palacio, RPP llama a Santiago Fujimori para que nos dé su explicación de ignaro.
“El 28 de diciembre del 2008, el tratado comercial con Chile ingresó por la mesa de partes del Congreso”, dice Fujimori con la misma sangre fría de su amigo Martin Rivas.
Y añade:
“No es cierto, pues, que ese texto no haya pasado por el Congreso. Al contrario, será discutido en la próxima legislatura”.
Y nadie le dice en esa radio siempre tan importante cómo es que puede decir semejante estupidez si lo que ha anunciado el gobierno de García es que ese tratado con Chile entrará en vigencia, indefectiblemente, a partir de este domingo. Y nadie le dice que ese tratado es una trampa armada a hurtadillas y una cesión de soberanía y una modificación implícita de tributos y la confirmación de unas asimetrías que sólo pueden haber sido pensadas en La Moneda y firmadas por el dos veces centenario entreguismo peruano.
Y así por el estilo, la radio que alguna vez fue referente político es hoy, cada día más, un anexo de Radio Nacional, un cachorro de Canal 7, una versión viva de Andina.
Nadie le pide al señor Vargas, de tan larga y por muchos motivos respetable carrera, que sea un preguntador irreverente. Su talante es otro y eso es algo que no está en discusión.
Pero la afabilidad no puede ser confundida con la anuencia sistemática que Vargas demuestra ante voceros del Apra, funcionarios del gobierno y sicarios orales del fujimorismo. Una cosa son los modales limeños. Otra es la omisión convenida.
Si RPP atiende dócilmente las llamadas de Palacio –y no hay dudas de que las atiende-, la alianza del alanismo que sueña con París y del fujimorismo que sueña con volver es cada vez más clara.
Me parece bien, por un lado, que las cosas se vayan decantando. Me parece trágico que el alanismo haya decidido, para el Apra secuestrada, la misma suerte que los Prialé y los León de Vivero decidieron para el partido que alguna vez prometió cambiar al Perú.
Me refiero a ese destino que comienza en el estoicismo y la cundería, continúa en el olvido y la felonía y termina con Eudocio Ravines y Pedro Beltrán almorzando con Haya en Ancón.
García terminará cenando con Fujimori, tras el indulto o la amnistía. “El Perú se reconcilia”, dirá “La Razón”. “Un paso de estadista”, dirá César Campos. “Era imprescindible”, dirá el pobrediablismo de Alfonso Ugarte. Servirán choros de entrada y pejesapos de segundo y ranfañotes de postre.
Los perforados del Frontón y de Cayara y los desaparecidos de diez años de rabiosa extranjería serán canjeados por el nuevo pacto.
“Un capítulo triste ha sido superado”, comunicará la Confiep.
González Prada parecerá nuevo otra vez.
0 comentarios:
Publicar un comentario