El ex director del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Rato, que es un conservador inteligente e ilustrado (¡los hay!), acaba de decir que esta no es una crisis cíclica sino un cambio en el modelo de la globalización, el parto doliente de nuevas reglas de juego en un panorama social distinto y la marcha hacia una economía que tendrá que interpretar los cambios de la sociedad.
Muchos economistas han estado pensando lo mismo pero nadie lo había dicho tan claramente como Rato.
Si lo que Rato dice es cierto -y todo indica que sí asistimos al nacimiento de un modelo donde el mercado dejará de ser el único referente- entonces sí podremos entender lo que, a primera vista, resulta incomprensible: cómo es que unas hipotecas empaquetadas, por más tóxicas que fuesen, han podido llevar a la quiebra técnica a General Motors y han obligado a todas las economías importantes del mundo a resignarse al crecimiento cero y aun a la deflación y a la reducción de sus productos brutos.
Pasar de la opulencia a la poquedad en muy pocas semanas puede ser explicable sólo si abordamos el asunto con una mirada que no sea la de los economistas resignados y cómplices que nos quieren dorar la píldora. Y esa mirada tiene que partir de la ética y del deber ser, palabras exiliadas por los discípulos de Friedman.
Y es que el capitalismo se convirtió en una mafia internacional. El código de esa mafia imponía reglas que hubiesen producido un soponcio a Adam Smith: el dinero se desvincularía de la realidad y se multiplicaría mágicamente gracias a la pura especulación, los apalancamientos financieros serían más importantes que la producción de bienes, los arreglos bajo la mesa valdrían más que el intercambio libre de mercancías, los precios oligopólicos serían dictados por carteles internacionales y la dependencia respecto de los combustibles fósiles se prolongaría por el interés exclusivo de la industria automotriz.
Todo esta impostura, por supuesto, necesitaría de la narcotización de las masas y del statu quo cretino que intenta hacernos creer que hay países-sirvientes y naciones-líderes y que las injusticias gigantescas del comercio internacional son no sólo inexorables sino también imprescindibles.
La caída del comunismo por implosión alentó la creencia de que el capitalismo debía abandonar cautelas y reglas. Es ese capitalismo omnipotente y encharcado en prácticas gansteriles el que se está muriendo.
Y es el calumniado Estado, el maldito Estado, el demonizado Estado el que sale ahora a salvar náufragos y a rescatar sobrevivientes. Con la plata de sus víctimas, claro está.
Gran lección para los idiotas liberales de estas tierras: Citigroup con la mano tendida, AIG en la cola de la sopa pobre, Merril Lynch vendiéndose a precio de ganga. No es que el capitalismo sea un fracaso: es que el capitalismo a lo Reagan, salvaje y sin escrúpulos, se ha terminado y es hoy un montón de escombros y un eco de plumíferos a sueldo diciendo que la culpa es de terceros.
Nadie puede saber qué será lo que se edificará en los próximos años. Lo que ya nadie con dos dedos de frente discute es que lo que vendrá no podrá ser el mundo que Dick Cheney defendió con todas las bombas y todas las mentiras posibles.
Ese mundo en ruinas que sedujo a Alan García, ese hundimiento que García ha convertido en utopía, no da para más.
Porque la paradoja triste de la historia es que cuando Bill Gates, auténtico y genial pionero de la nueva riqueza de las naciones, dominaba la escena, Alan García parecía anticapitalista. Y ahora, a la hora del crepúsculo, cuando Bernie Maddof está en el centro de las luces, es cuando García, voluntarista extremo, decide defender lo indefendible.
Que no se preocupe Mirko Lauer. No vamos a decir que su doctor García está loco. Defender al capitalismo mafioso y sus inercias no es un gesto de locura. En el caso de García se trata del programa máximo del Apra modelo 2009. Pura cordura y pura coherencia.
El capitalismo distinto y ojalá medio verde y ecológico que habrá de construirse si no queremos seguir haciendo el dos en la cocina, pasará como un tren ajeno ante los ojos de García. García está en el andén de las vejeces ideológicas. Junto a Pepe Graña.
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