Voy a escuchar a la Orquesta de la Ciudad de los Reyes porque quiero ver cómo dirige la española Inma Shara, de la que he oído hablar mucho y siempre para bien.
Y me quedo asombrado. Por Inma Shara, esta vasca que parece un relámpago rubio, y por la orquesta, que suena como debía de sonar una orquesta nacional si tuviéramos política cultural y si tuviéramos Estado.
En un programa dedicado a músicos españoles se asoma, como un tímido intruso, el peruano Alekhine Rebaza. Estrena su Rapsodia Andina, que resulta intensa y bella y magistralmente interpretada bajo la batuta de Inma Shara. Es el tercer asombro de la noche.
El Intermezzo de la ópera “Goyescas”, de Enrique Granados, y la Danza Número 1 de la ópera “La vida breve”, de Manuel De Falla, son parte de la cumbre de este festín de talento y buena música.
Si la música requiere lirismo y precisión, técnica y nervio, relojería y corazón, Inma Shara abunda en todo ello. Le arrancaría una sinfonía al bosque si en sus manos estuviera la dirección del viento.
Y en eso viene “Aires Gitanos”, de Pablo de Sarasate, que es el Paganini español (y por español, claro, no tiene la fama de Paganini). Sarasate, nacido en Pamplona, fue discípulo y José Courtier en Santiago de Compostela y de Urbano Casasvellas en Pontevedra, desde donde partiría a Madrid, donde sería patrocinado, gracias a su genio, por la reina Isabel II. Su formación la terminó en París y fue tan famoso y reconocido que Edouard Lalo y Saint Saëns le dedicaron una sinfonía y un concierto. Sarasate compuso algunas de las piezas más difíciles y prodigiosas para violín.
Pues bien, una de ellas, la archifamosa opus 20, llamada “Aires Gitanos”, se toca esta noche de julio del 2009 en el colegio Santa Úrsula. Y quien la toca es un niño peruano de 17 años llamado Andrés Ramírez-Gastón Costa.
Sus nervios, al saludar, son los míos. ¿Podrá con este peso colosal? “Aires Gitanos” se estrenó en 1878 en Alemania y fue recibida con vítores. Se trata de una obra que ha sido grabada por Itzhak Perlman, interpretada por Yehude Menuhin y que figura en el repertorio más exigente de figuras mundialmente consagradas como Anne-Sophie Mutter. ¿Podrá este Andrés nuestro?
Sí, pudo. Y no podemos cesar de aplaudir a este prodigio nacido en Lima en 1992. A este milagro hecho a pulso y a contramano de las entidades oficiales y del Estado imbécil que dice “teníanos” y tiene la cara de Alva Castro y la chequera de algún proveedor.
Porque esta noche qué lejos estamos de la ordinariez de la política y qué cerca de lo mejor de la humanidad. Y la noche no acaba. Porque después de la hazaña del adolescente Ramírez-Gastón Costa, viene Joaquín Turina, siempre pleno y complejo, moderno y frío. Y después de Turina, la Shara nos regala “Las bodas de Luis Alonso”, carabela española de la conquista cultural con letra de Francisco Javier de Burgos y música inolvidable de Jerónimo Giménez.
¡Qué noche!
Y me quedo asombrado. Por Inma Shara, esta vasca que parece un relámpago rubio, y por la orquesta, que suena como debía de sonar una orquesta nacional si tuviéramos política cultural y si tuviéramos Estado.
En un programa dedicado a músicos españoles se asoma, como un tímido intruso, el peruano Alekhine Rebaza. Estrena su Rapsodia Andina, que resulta intensa y bella y magistralmente interpretada bajo la batuta de Inma Shara. Es el tercer asombro de la noche.
El Intermezzo de la ópera “Goyescas”, de Enrique Granados, y la Danza Número 1 de la ópera “La vida breve”, de Manuel De Falla, son parte de la cumbre de este festín de talento y buena música.
Si la música requiere lirismo y precisión, técnica y nervio, relojería y corazón, Inma Shara abunda en todo ello. Le arrancaría una sinfonía al bosque si en sus manos estuviera la dirección del viento.
Y en eso viene “Aires Gitanos”, de Pablo de Sarasate, que es el Paganini español (y por español, claro, no tiene la fama de Paganini). Sarasate, nacido en Pamplona, fue discípulo y José Courtier en Santiago de Compostela y de Urbano Casasvellas en Pontevedra, desde donde partiría a Madrid, donde sería patrocinado, gracias a su genio, por la reina Isabel II. Su formación la terminó en París y fue tan famoso y reconocido que Edouard Lalo y Saint Saëns le dedicaron una sinfonía y un concierto. Sarasate compuso algunas de las piezas más difíciles y prodigiosas para violín.
Pues bien, una de ellas, la archifamosa opus 20, llamada “Aires Gitanos”, se toca esta noche de julio del 2009 en el colegio Santa Úrsula. Y quien la toca es un niño peruano de 17 años llamado Andrés Ramírez-Gastón Costa.
Sus nervios, al saludar, son los míos. ¿Podrá con este peso colosal? “Aires Gitanos” se estrenó en 1878 en Alemania y fue recibida con vítores. Se trata de una obra que ha sido grabada por Itzhak Perlman, interpretada por Yehude Menuhin y que figura en el repertorio más exigente de figuras mundialmente consagradas como Anne-Sophie Mutter. ¿Podrá este Andrés nuestro?
Sí, pudo. Y no podemos cesar de aplaudir a este prodigio nacido en Lima en 1992. A este milagro hecho a pulso y a contramano de las entidades oficiales y del Estado imbécil que dice “teníanos” y tiene la cara de Alva Castro y la chequera de algún proveedor.
Porque esta noche qué lejos estamos de la ordinariez de la política y qué cerca de lo mejor de la humanidad. Y la noche no acaba. Porque después de la hazaña del adolescente Ramírez-Gastón Costa, viene Joaquín Turina, siempre pleno y complejo, moderno y frío. Y después de Turina, la Shara nos regala “Las bodas de Luis Alonso”, carabela española de la conquista cultural con letra de Francisco Javier de Burgos y música inolvidable de Jerónimo Giménez.
¡Qué noche!
2 comentarios:
Que gran noche de música debió ser, me has puesto los dientes largos según leía, sobre todo cuando he llegado a la parte de Turina, bajo la batuta de Shara debe ser espectacular.
Un saludo.
Que gran noche!... y me gusta la irreverencia que marca esta entrada :P
Saludos
Publicar un comentario